El entrenamiento esotérico para el discipulado se ha desarrollado históricamente a través de lo que podríamos denominar la «lente de la integración» - es decir, el proceso de expansión de nuestra conciencia y el convertirse en un canal libre para el flujo de la energía. Inicialmente trabajamos sobre el alineamiento del cuerpo físico-etérico con el cuerpo emocional, y luego con el cuerpo mental. A continuación, reconocemos que somos de hecho el Alma y que, al igual que existen mecanismos para que las partes de nuestro cuerpo físico entren en comunicación y coordinación, así también disponemos y podemos fortalecer el Antahkarana para facilitar nuestra comunicación energética y coordinación espiritual. De esta manera nos damos cuenta de nuestra capacidad para funcionar dentro de la Tríada Espiritual, y poco a poco nos damos cuenta de que somos, de hecho, parte de la Mónada.

Podríamos pensar en esta «lente de la integración» como el aspecto interno «vertical» de nuestro desarrollo espiritual (reconociendo, por supuesto, que nuestro campo energético es más bien como una esfera, no es bidimensional). Sin embargo, concentrarnos en esta expansión vertical es solo una parte de nuestro desarrollo espiritual. «El desarrollo vertical y horizontal deben ir a la par.… [El] ideal será llevar una vida interna más intensa, y una vida más vital de servicio, pero una depende de la otra». (DNE1:534-535).

Se note que el Tibetano no habla de «crecimiento vertical y servicio horizontal» sino que habla de «crecimiento horizontal», afirmando que necesitamos también expandirnos horizontalmente. El Tibetano añade: «Ahora su servicio es vertical y concierne a quienes están con usted en el camino ascendente – sus hermanos de grupo, sus amigos personales y usted.… Su servicio debe ser horizontal y expansivamente incluyente». (DNE1:569; negritas nuestras). Una vez más tenemos aquí el concepto de desarrollo expansivo vinculado a nuestras relaciones horizontales.

Parte del nuestro entrenamiento es vernos a nosotros mismos a través de la «lente de la integración» y ser conscientes de dónde nos hallamos en relación al «alcance» vertical (la integración de nuestra personalidad, nuestra relación con el Alma, y nuestro vínculo con la Tríada Espiritual) y cómo estamos desarrollando las cualidades espirituales (desapego, impersonalidad, indiferencia divina, etc.). Necesitamos lograr el mismo tipo de consciencia gradual de la inclusividad con nuestras relaciones horizontales, más allá de nuestro círculo esotérico inmediato. A tal fin nos puede servir un esquema, similar al de la constitución humana, que nos ayude a pensar y evaluar nuestra inclusividad a medida que se expande «horizontalmente», así como las cualidades que son críticas para establecer correctas relaciones. Círculos de expansión en relación a nuestro «alcance» horizontal podrían ser los siguientes:

  1. Nuestro «grupo inmediato» – aquellas personas con las cuales nos relacionamos apreciándolas en toda su totalidad y complejidad, relativamente libres de nuestras asunciones y estereotipos.
  2. Desconocidos neutrales – aquellas personas sobre las cuales tenemos ideas preconcebidas, pero positivas.
  3. Conocidos negativos – aquellas personas que conocemos y no nos gustan o tememos o incluso detestamos
  4. Desconocidos negativos – aquellas personas que tememos y nos disgustan incluso si no las conocemos.
  5. Personas no humanas – seres vivientes no humanos que merecen respeto y tratamos de cuidar.

A medida que aplicamos las «lentes del servicio” a nuestras relaciones interpersonales podemos preguntarnos: ¿qué atributos son esenciales para generar la buena voluntad, que es la meta del servicio? Dos componentes esenciales son seguramente la compasión y la gratitud pues son la base del reconocimiento que somos parte de la misma Vida Una, así como los tres atributos principales del servidor: olvido de sí, inofensividad y correcta palabra. También nos puede ser de ayuda la Declaración Universal de los Derechos Humanos que enfatiza tratar a los demás con dignidad y respeto.

«La iniciación es esencialmente una serie de reconocimientos incluyentes en expansión» (R&I:341), sea verticalmente, a través de la integración, sea horizontalmente, a través del servicio. A medida que trabajamos hacia la iniciación como discípulos, recordemos que «la meta… es la fusión del camino vertical de la vida con el camino horizontal del servicio» (R&I:113).